Quiero que cuando me véas,
no mires solo mis ojos
o mi boca, sin sustancia alguna,
adéntrate a mis abismos,
desentraña ese miedo milenario
y generacional que bloquea
la orilla de mis ganas.
Acércate y víveme, sedúceme,
no importa que en las aceras
queden dibujadas
las huellas solitarias de mis pasos,
Voy descalza y mis pies quieren
habitar la curva deleitosa
de tu espalda.
Saborearé tu beso
rotundo y firme, entre mis labios;
un eco lejano
me dice que no me he extraviado,
que estoy llegando
y que preparas mi bienvenida
con cohetes y fanfarrias.
No olvides escarbar sin cesar
bajo mi piel, bajo mis ojos,
bajo mis miedos.
Cuando se junten las mareas
y se desate el mar,
romperá la tempestad,
pero nada impedirá
que, después de la tormenta,
nuestras manos se encuentren
en medio
de una paz maravillosa.
Madam Le Chat
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